¿Seducción del Islam al “Cristiano” Occidente?

       ¿Seducción del Islam al “Cristiano” Occidente?

 

A.    “Tolerancia” en el Islam frente al “mea culpa” occidental

      El Islam desde un principio optó por asimilar a los pueblos que conquistaba ostentando un grado de tolerancia hacia sus religiones monoteístas. En cambio Europa, aunque no son pocas las historias de convivencia en el contexto mozárabe, desde las cruzadas y la reconquista no ha podido presumir de lo propio. Pero no es oro todo lo que reluce y tras esta presentación de magnanimidad de los califatos y sultanatos, hay también muchas historias de dolor: desde las cárceles de Argel hasta el reclutamiento forzado de los jenízaros[1], por no mencionar el oprobio del dhimmi [2]. No ha sido sino tras las capitulaciones otomanas y el resurgir de los nacionalismos islámicos a finales del siglo XIX y principios del XX, que Europa, en su nueva faceta conciliadora, ha empezado a entonar su “mea culpa” unilateral.

      La tolerancia era una actitud avanzada en el medioevo, pero en la actualidad es discriminatoria. Tolerar es “sufrir, llevar con paciencia” algo incómodo. Occidente en cambio busca la integración y normalización de todos los grupos minoritarios. Si Occidente ha avanzado, Oriente en el mejor de los casos se ha quedado estancado.

      Aparte de la presencia de cristianos y judíos en la Meca, y del mítico, o no tan mítico monje Sergio (Bahira) que instruyó a Mahoma, en los primeros contactos del Islam expansionista con la “Cristiandad”, un caso ilustrativo es el de San Juan Damasceno. Éste y los escritores bizantinos tempranos, asumían que el Islam no era más que una forma heterodoxa del cristianismo. Esta opinión es particularmente interesante en su caso, ya que se había criado en la corte omeya de Damasco –el centro del joven imperio musulmán– donde su padre era visir y amigo íntimo del futuro califa al-Yazid. En su vejez, Juan tomó los hábitos en el monasterio del desierto de Mar Saba, donde empezó a trabajar en su obra maestra, una refutación de las herejías titulada “Fuente del Conocimiento”. El libro incluye una precisa crítica del Islam, la primera escrita por un cristiano (hacia el año 700), al que Juan consideraba muy estrechamente relacionado a la doctrina cristiana heterodoxa del nestorianismo[3]. En su lista el Islam era la herejía número 100 entre otras muchas de corte “cristiano”. Había un parentesco del que tanto musulmanes como nestorianos eran conscientes. En 649, un obispo nestoriano escribía: “Estos árabes no luchan contra nuestra religión cristiana; no, más bien defienden nuestra fe, respetan a nuestros sacerdotes y santos, y hacen donaciones a nuestras iglesias”[4].

      Así, en un primer momento los musulmanes fueron vistos como libertadores de la opresión bizantina por parte de los cristianos monofisitas[5] y nestorianos de Siria y Egipto. Lo mismo se podía decir de los judíos perseguidos… “Liberados de las penurias de la persecución de Constantinopla, prosperaron como nunca antes, generando en el proceso una rica literatura espiritual de himnos, oraciones, sermones y obras pías”[6].

 

B.     Origen del enfrentamiento Oriente-Occidente

      ¿Qué ha ocurrido en el lapso de este último siglo?

      Desde el s. VII el mapa del mundo conocido fue moldeado por la extensión del Islam, que llegó a cubrir casi una cuarta parte de la superficie habitada del planeta. El último de los imperios a sucumbir, casi de forma contemporánea con el Británico y Austrohúngaro, fue el Imperio Otomano. Y esto a su vez fue el comienzo del fin de lo que hoy ha llegado a ser el enfrentamiento entre “Oriente” y “Occidente”, entre el nacionalismo islámico y el imperialismo cristiano (como ellos lo ven). ¿Por qué? Porque fueron las potencias como Francia (con Napoleón), Inglaterra (en la época victoriana), Italia (con Víctor Manuel), España (hasta los Borbones) y otros, quienes se repartieron el pastel del norte de África y Oriente Medio, humillando a la orgullosa umma musulmana, que nunca ha olvidado su papel de dominador del mundo; dominio que achacan a ser “la última y más pura de las religiones monoteístas”. Así como no han olvidado las cruzadas, como un escarnio de la barbarie medieval al mundo civilizado árabe; donde judíos, ortodoxos y musulmanes compartían aquella convivencia, cuando menos mucho más civilizada que la aniquilación inquisitorial de judíos, herejes y moros en Occidente (el Guantánamo de entonces).

  1. La “cultura de la culpa” se disculpa; la del “agravio” se desquita

      Según la definición básica de las tres culturas del mundo –(a) cultura  del honor, (b) de la culpa y (c) del miedo– Occidente pertenece a la llamada “cultura de la inocencia y/o culpa” y  Oriente a la del “honor y/o deshonor”. ¿Que sucede cuando uno incurre en una culpa y pierde su inocencia? Debe disculparse, pedir perdón para recibir su absolución. ¿Qué ocurre cuando uno es ultrajado y manchan su honor? Debe desquitarse, para limpiar los agravios recibidos y recuperar la dignidad. Y esto es lo que acontece hoy: Occidente pide disculpas, Oriente exige compensaciones por la ofensa recibida. Europa entona el “mea culpa”, el Islam en Europa reclama una “satisfacción” ante el agravio. Son ‘legión’ los ejemplos que ilustran estas actitudes: desde las reivindicaciones de los musulmanes para erradicar las cruces del pasaporte holandés o del escudo en el equipo de fútbol suizo[7], hasta el cineasta holandés Theo Van Gogh, asesinado por su cortometraje donde una mujer aparecía con un versículo del Corán tatuado en la espalda, o el conflicto de los minaretes, hoy en Suiza.

  1. Nos parecemos más de lo que pensamos

      Pero nuestra visión del mundo no está menos teñida de un color parcialista que la de ellos. Por ejemplo: Turquía pide la adhesión a Europa y ésta le lee el recetario de condiciones previas. Cuando los ‘otomanos’ lo que buscan es ser aceptados (i.e. honrados) y así tener una razón para ceder a las condiciones, a las reglas europeas como suyas y no como una imposición (i.e. agravio).

      Pero ¿no hemos experimentado algo de esto nosotros en la Península, antes de ser recibidos en Europa? África empezaba en los Pirineos, Spain era different, esto y aquello era made in Europe, y así continuaba la lista. Nuestras fobias también eran parecidas, pero opuestas. La península era prácticamente musulmana hasta el s. XIII-XIV y Anatolia era prácticamente cristiana hasta la misma fecha. En nuestras películas en blanco y negro de moros y cristianos, los moros eran malísimos; en las suyas, los cristianos son los traicioneros. Según rumores populares: Lo árabes compran la Costa del Sol para reconquistar el Ándalus. En los rumores de ellos: los cristianos compran tierras en Anatolia para restaurar los reinos bizantinos. La mezquita de Córdoba, luego convertida en iglesia, hoy es museo; la basílica de Santa Sofía, luego convertida en mezquita, hoy también es museo. Los reyes católicos expulsaron a los judíos hace 500 años, el sultán de Estambul los acogió hasta nuestros días. La batalla de Lepanto (1571) frenó la piratería turca en el Mediterráneo, según nuestros anales; la batalla de Inebahati (Lepanto) era para repeler la piratería cristiana, según los de ellos. Los baños públicos son turcos en España; las tabernas son españolas en Turquía. La cigüeñas emigran de Europa a África por la península Ibérica, ¡y hacen lo mismo por la de Anatolia! Estamos en los extremos; del Mediterráneo. Nos parecemos más de lo que pensamos. Y a la vez somos tan diferentes:

 

C.     Desmarcarnos de Oriente y Occidente

      Pero antes de entrar en el tema de la seducción de los creyentes, debemos definir cual debe ser nuestra posición ante las partes. Por todo lo dicho arriba, no debemos dejarnos llevar por fobias, paranoias o teorías de la conspiración alarmistas. No debemos demonizar a una cuarta parte de la humanidad por su religión. No están más “bajo el maligno” de lo que lo estaban los romanos o los griegos en tiempos de Pablo; o nosotros antes de convertirnos; o nuestros países “cristianos”.  No somos, o no debemos ser de “la civilización cristiana” enfrentada a “la civilización musulmana” (y espero que realmente nuestro sentido de ciudadanía esté en los cielos). No debemos colgarles el ‘San Benito’ de terroristas “per se”. ¿O eran terroristas todos los cristianos por causa del I.R.A? La mayoría, en lo que piensa es en llegar a fin de mes, pagar la hipoteca y el colegio de los niños, como los occidentales. ¿O es que Milosevich era un cristiano en una santa cruzada contra los musulmanes bosnios? como ellos también nos acusarían. Tampoco debemos subestimar su firmeza y determinación a seducirnos o subyugarnos, pues están tan o más convencidos de su causa que nosotros de la nuestra; por lo menos aquellos que son radicales. No podemos esperar fórmulas instantáneas, o atajos, porque al final acabaremos frustrados, o aún pero ¡seducidos!

      ¡Debemos desmarcarnos con una clara identidad arraigada sólo en Jesús, pero plenamente en Jesús! ¿Y esto qué implica?

 

D.    ¿Seducción de la fuerza misionera?

      Hay una seducción, la más peligrosa para nosotros los creyentes, a la que empieza a sucumbir parte de la fuerza misionera evangélica por su afán de resultados inmediatos. Ya no sólo es Europa, sino el Occidente misionero… Son siglos de atrincheramiento musulmán para que esperemos soluciones de un plumazo. Hay muchas heridas en la memoria histórica del musulmán, muchos prejuicios en la conciencia social y no menos miedos por lo que será la reacción de la comunidad, como para no darnos cuenta de que la clave no es hacer concesiones en nuestra fe, sino perseverar hasta el final, y llegar a convencerles de que no representamos a nadie más que a Jesús. Y esta es la manera de amarles, de llegarles y de ayudarles con el Evangelio.

  1. ¿Nuevo paradigma?

      En ciertos eventos misionológicos relativos al mundo musulmán, he llegado a escuchar declaraciones como las siguientes: “La iglesia de estos últimos 2000 años va a ser sustituida por un nuevo paradigma…”, “No hay que temer al sincretismo…”, “Los concilios trinitarios alejaron a los judíos del Evangelio… hoy ocurre con los musulmanes”, “En el sureste asiático son miles y miles los que se convierten”. Pero estos “convertidos” siguen llamándose musulmanes, leyendo el Corán, haciendo las cinco plegarias diarias, yendo a la mezquita y reconociendo a Mahoma como Profeta… Sólo que ahora “creen” que Cristo murió por ellos y que Él es el “Señor”. Hay un intento de bajar el listón para que todos puedan entrar al redil, sin tener que pasar por la puerta. La seducción que se avecina es un Islam que no hace concesiones, frente a un Evangelio que cede paso a paso. ¿Hasta dónde? El teólogo pluralista protestante John Hick –analizado por los académicos islámicos en Turquía[8]– reinterpreta lo de el “único camino” (Jn 14:6) y el “hay un sólo nombre” (Hch 4:12), desnaturalizándolos para que los “caminos” puedan ser muchos y los “nombres” varios. Es un intento de despojarse de un “exclusivismo intransigente” (del tipo “Jesús es el único camino”) para abrazar un “pluralismo conciliador” (del tipo “todos los caminos van a Roma”).

  1. La erudición del Kalam 

      Otros son seducidos o tentados por la erudición de los sufíes (místicos musulmanes) o los âlims (sabios islámicos) que desarrollaron una teología que no tiene nada que envidiar en su complejidad a la escolástica cristiana. Como Hasan al-Basri (642-728), quien enseña que después de arrepentirnos (tawba) de nuestros pecados, debemos luego arrepentirnos de nuestro arrepentimiento porque es centrarnos en nosotros mismos en vez de en Alá, es un acto egoísta que busca el alivio propio, más que la sumisión a Él. ¿No es realmente intenso y digno de admirar? Podemos y debemos respetar toda erudición, a los místicos, a los sabios y hasta a las enseñanzas elevadas de aquellos que han sido ‘canonizados’ por su religión. Pero lo que no podemos ni debemos hacer es desnaturalizar el Evangelio para limar asperezas con otros credos y para edificar una casa común de uso común. Sí puede haber y hay conceptos sobre los que podemos discutir, dialogar, cambiar impresiones y pulir definiciones. Como el problema de la predestinación y el libre albedrío (piedra angular en el Islam) orientado a procurar o no la mejora social –por poner un caso. Sí hay creencias comunes que podemos y debemos usar como puentes para predicar el evangelio: como el sacrificio de Abraham, el nacimiento virginal, los milagros de Jesús… Pablo también citó a autores paganos de su tiempo, lo que muestra que los había estudiado. Pero lo que no hizo es ceder ante la “humana sabiduría” (1ª Co 2:4) para hacer el Evangelio más asequible a la retórica clásica. Y los clásicos eran pensadores que planteaban cuando menos temas tan o más profundos que el kalam islámico.

 

E.      Discernir el espíritu de error (1ª Jn 4:1-6; 5:6-12)

  1. ¿”Tolerar a otro Jesús”?

      Los ataques al núcleo de Evangelio según 1ª de Juan y según las herejías a lo largo de la historia de la iglesia, han apuntado siempre a la persona de Jesús (su divinidad o su humanidad) y a la realidad o validez de su expiación. Esta es la piedra de toque del Islam: la negación de Su divinidad y de su muerte en la cruz. A este nivel no puede haber capitulación: “Porque os celo con celo de Dios;  pues os he desposado con un solo esposo,  para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva,  vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis” (2ª Co.11:1-4). ¿O queremos crear una nueva secta heterodoxa e islamizada del cristianismo? Con “creyentes” que no se sabe si son de Cristo o de Mahoma…

  1. Con-vivencia y/o con-fesión

      Sí podemos y sí debemos compartir nuestra vida al nivel de ellos: nuestro te, nuestra mesa, nuestra casa, nuestro tiempo (sobre todo nuestro tiempo), nuestra fe en los profetas y en las profecías, nuestra oraciones y bendiciones por ellos… Como Jesús lo hizo, quien no tuvo reparo para entrar, sin condiciones previas, en toda clase de círculos y ambientes, ahí donde estaban las almas perdidas. ¡Pero no para adaptarse a ellos, sino para transformar sus vidas! La seducción a la que hoy estamos expuestos es pensar que haciendo concesiones en el terreno teológico y en los distintivos cristianos del convertido, ensancharemos la puerta de entrada y los ganaremos más fácilmente. Donde hemos de hacer sacrificios y concesiones no es en este terreno, sino en el de amarlos, llevar sus cargas, parecernos más a Jesús y sufrir la persecución. La clave es: acercamiento sin límites en la con-VIVENCIA[9], pero clara distinción en la con-FESIÓN[10].

      Por tanto “confesión” es: proclamar la “fe” “con” otros delante; i.e. públicamente. En el caso de los convertidos del Islam, antes o después –sin temeridades, pero sí con sabiduría (incluso astucia) y con la guía del Espíritu Santo–,  todo convertido debe ser exponente visible del reino y del Rey. Y esto sólo es posible cuando se identifica con Cristo públicamente, en un círculo mayor o menor, pero sin negaciones tácitas o explícitas. Un cristianismo sólo del “aposento alto” nunca habría llegado a los extremos de la tierra. Hay una diferencia abismal entre “NO declarar a todo el mundo que somos cristianos” en contextos de riesgo, y “dar a entender que NO somos cristianos” si nos seguimos identificando como “musulmanes”. Podemos, e incluso en ocasiones es aconsejable, argumentar que un verdadero cristiano es “más” musulmán (i.e. sometido a Dios) que ellos mismos. Pero en tal caso no estamos ocultando nuestra identidad cristiana sino reafirmándola. Y en definitiva no se trata de nosotros, ¡sino de no ocultar a Jesús!

      Además siempre hemos de estar al lado de los menos favorecidos, sea cual sea su religión. Podemos buscar puntos de encuentro en la ayuda a las necesidades comunitarias, legales, sanitarias, educativas etc. de todo grupo étnico y religioso. Pero no podemos arriar el “pendón” al que las naciones necesitan mirar para salvarse (Is 11:10; 45:22).

      No pensemos que quienes hacen tales concesiones y sucumben a tal seducción son herejes natos. El engaño viene con calzador, y entra suavemente. Primero se habla de contextualización (1ª Co 9:19-22), luego de liberaciones espirituales, de vidas transformadas, luego de cifras de convertidos, luego de prejuicios que tuvo que superar tantas veces la iglesia en el pasado para promover las misiones… Y así al final parece, que lo que buscamos todos es lo mismo: la extensión del mensaje, de forma fiel a los principios del Evangelio, pero superando ciertas tradiciones inmovilistas. ¡Pero lo que se está sugiriendo como “tradiciones inmovilistas” son los rudimentos mismos del Evangelio!

  1. Contextualización y/o “encarnación”

      Claro que hay que contextualizar. Aun más: ¡Hay que “encarnarse”! Cristo no contextualizó, se encarnó. Hoy bajo la “contextualización” no sólo se cambia el envoltorio del evangelio, sino su contenido. Jesús se encarnó pero no se ‘andronizó’, es decir, no se humanó hasta el punto de perder su naturaleza y distintivo celestial. Hemos de presentar “el regalo” en un envoltorio que no solamente evite la ofensa, sino que también facilite la aceptación. Pero “el regalo” en sí no puede cambiar. Algunos dirán que eso es lo que hacen. Pero si la Cruz ya no es el ÚNICO camino, la Biblia la ÚNICA verdad y con-fesar que somos de Él ya no es la ÚNICA vida, estos son un camino, una verdad y una vida a medias. Entonces estamos cambiando “el regalo”. Él no vino ni para adaptarse a las costumbres ni para cambiarlas. Vino a identificarse, a sufrir por y con nosotros, para luego abrir un único y solo camino de salvación. No contemporizó con los religiosos ni con los pecadores. ¡Convivió con ambos y se desmarcó de ambos! Aquellos que anhelaban un ‘algo más de Dios’, no se sintieron cercanos e él porque Jesús condescendiera con su hábitos o pecados, sino porque se identificaba con ellos, con los Nicodemos y con las Magdalenas, y los sacaba de su ostracismo encaminándolos a la verdad liberadora. Y ésta pasaba por un seguimiento de Jesús no disimulado.

      ¿Cual de los dos peligros es mayor: la disuasión o la seducción? ¡Ambos! Si nos disuaden de llevar a cabo la tarea, si no perseveramos hasta el final, no llegaremos a ver el fruto. Si nos seducen para intentar buscar caminos intermedios y para hacer la puerta más ancha, estamos abriendo otra puerta, pero no la de Jesús. Estos mismos eran los dos peligros mayores a los que se enfrentaban las iglesias de Apocalipsis en un contexto de hostilidad máxima. Por eso su mensaje es claro: ¡ni abandonar ni contemporizar!

      Pero del mismo modo: en un arrebato de superioridad “cristiana” o “occidental” infravalorar el Islam, menospreciarlo altivamente, sentirnos espiritualmente superiores, conlleva los mismos riesgos de frustración o seducción. Quien no respeta a su adversario no se puede sobreponer a los golpes, se confiará y será él el derribado.

      No somos ni debemos ser adalides de Occidente, de la “Cristiandad”, ni siquiera de nuestra versión de la iglesia… Nuestro compromiso es y debe ser sólo con Jesús, ¡pero a las claras!

 

F.      Los 4 peligros de la seducción

      Así, los 4 niveles de seducción son:

  1. Ser subyugados o abrumados por el sentido de “culpa” cuando exigen ser desagraviados en lo social y político.
  2. Acabar disuadidos y echar la toalla, viendo que se nos van los años o la vida en el empeño, por la dificultad y costo de la empresa.
  3. Ser deslumbrados por la erudición Islámica y tratar en consecuencia de limar asperezas “exclusivistas” entre las dos fes.
  4. Acabar alienados por la avidez de resultados; es decir, diluir los distintivos cristianos y extasiarnos con cifras de “convertidos” dudosos.

 

Carlos Madrigal,

Estambul, 20 de Octubre de 2009

 

[1]       Los jenízaros constituían un ejército formado como resultado de un impuesto en forma humana denominada devshirmeh. Los hombres del sultán reclutaban niños no musulmanes, por lo común cristianos —elegidos en un principio al azar y más tarde mediante una estricta selección– para ser adiestrados como la guardia más feroz y temida, desnaturalizándolos de sus familias y raíces.

[2]       El dhimmi es el nombre con que se conoce a los judíos y cristianos en tierras islámicas, y cuya presencia es tolerada a cambio del pago de ciertos impuestos y de la aceptación de una posición social inferior.

[3]       El nestorianismo, también conocido como difisismo, es una doctrina que considera a Cristo radicalmente separado en dos personas, una humana y una divina, completas ambas de modo tal que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas.

[4]       Margaret Smith, Studies in Early Mysticism in the Near and Middle East, Oneworld, 1995, p. 120.

[5]       El monofisismo (del griego μόνος, monos, ’uno’, y φύσις, physis, ’naturaleza’) es una doctrina teológica que sostiene que en Jesús sólo está presente la naturaleza divina, pero no la humana.

[6]       Ver Michele Piccirillo, The Christians in Palestine During a Time of Transition: 7th–9th Centuries en The Christian Heritage in the Holy Land, editado por Anthony O’Mahony, Scorpion Cavendish, 1995.

[7]       Esta era la reivindicación de algunos turcos en Suiza, que no se les ocurría sugerir que se eliminara la “media luna” del escudo turco…

[8]       John Hick, The metaphor of God incarnate: Christology in a Pluralistic Age, CM Press Ltd., 1993. Lo alarmante es que el pensamiento de Hick y otros parecidos, está siendo seriamente sospesado en círculos musulmanes.  En Turquía por ejemplo, en el libro de Mahmut Aydin: Jesús ¿Dios u hombre? (Îsâ, Tanrı mı, İnsan mı?, İZ Yayıncılık, İstanbul, 2002).

[9]       Con-vivir: “Vivir en compañía de otro u otros” (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española). Es decir: “vivir” “con…”, compartir todas las vivencias, círculos, costumbres y contextos sociales, ¡no como correligionarios!, sino como buenos vecinos.

[10]     Con-fesar: “Dicho de una persona: Expresar voluntariamente sus actos, ideas o sentimientos verdaderos” (1ª definición en el Dicc. de la R.A.L.E.).