Algunas crisis que suelen vivir los misioneros

Marcia Tostes escribió “La realidad de la vida del misionero es marcada por cambios constantes, con consecuencias, muchas veces trágicas, para la continuidad de la obra misionera. Por esta razón, la visión para el pastoreo del misionero tiene que ser amplia, incluyendo todas las fases de la vida misionera.  Estas fases son:

-          El llamado

-          La confirmación por la iglesia

-          La preparación y selección

-          El envío

-          El ministerio en el campo

-          El regreso a la patria (temporal o definitivo)

-          La jubilación, pensión o retiro

 Siguiendo el consejo de Prov. 27:23-24 el pastor o aquel que cuida debe conocer bien el estado de sus ovejas. Trayendo esto al contexto misionero, necesitamos estar atentos y preguntarnos: ¿De dónde vienen estos candidatos? ¿Cuál es su historia familiar? ¿Son casados, solteros, divorciados? ¿Son introvertidos o extrovertidos? ¿Qué nacionalidad tienen? ¿Cómo están espiritualmente?

 Conocer a nuestras ovejas es importante, pues el cuidado debe ser apropiado para las necesidades individuales y que en el momento clave sean suplidas. El cuidado adecuado requiere selección del lugar correcto, tiempo correcto y la persona correcta”[1].

 A continuación compartimos algunas observaciones y vivencias de un matrimonio iberoamericano trabajando en un país de acceso restringido (presentación compilada y adaptada  para esta publicación).           

            Crisis de ministerio.

            “Al estar en un país de acceso restringido y con mucho control en lo religioso sobre los cristianos, las actividades evangelísticas y eclesiásticas son muy distintas y mucho más lentas a las que estamos acostumbrados en otros países que gozan de total libertad, eso produce una crisis, que a su vez está alimentada por la pregunta: “¿qué estoy haciendo acá, perdiendo tanto tiempo con esta gente cuando en mi país es mucho más fácil?”.

            En medio de esa pregunta estábamos cuando llegó una visita “pastoral”: un profesor de misiones de un seminario… ¡Uy Dios!, ¡qué mal quedamos después de esa visita (y no sólo nosotros, sino todo el equipo)!. Las frases más punzantes eran: “ustedes están haciendo las cosas mal”, “si yo estuviera acá, lo haría de otro modo”, “esto no es como ustedes lo ven”… distaban mucho de ser frases propias de un pastor y lo peor de todo (y tal vez la razón de todo) era que nunca había vivido en un país de acceso restringido y sujeto a las presiones del mismo en contra del cristianismo.

             Ante estas circunstancias lo que nos resultó alentador y ventajoso en ese tiempo fue formar parte de un equipo de trabajo y la confianza que nos dio. Esto es fundamental. También fue profundamente sanador leer la carta del pastor de la iglesia enviadora que dice: “confiamos en Aquel que te envió y la razón por la cual te envió. Sigue siendo fiel a Él, permaneciendo en el lugar donde te puso”, o al compañero de equipo que dice: “¿qué sabe ese?”

             Crisis por “si yo hubiera estado”.

            ¿Saben cuántas veces hemos dicho: “si yo hubiera estado en mi país ahora….”?

No hay ningún mail que pueda consolar a un misionero que perdió un familiar en su país de origen estando él/ella en el campo. Pero los consejos, no sólo son ineficaces ante la crisis por la pérdida de un ser querido, sino también las producidas por el casamiento de un hermano, el nacimiento de un sobrino, la enfermedad del padre, etc.

 Uno de los temas centrales es formar parte de una comunidad (iglesia enviadora) y la confianza que podes encontrar. La confianza pasa por saber que mi comunidad (iglesia) estará consolando a mi familia por la pérdida de mi ser querido, que estará ayudando a mi hermana en el embarazo o a mi hermana en el casamiento y en el mejor de los casos (cuando se pueda) tratará de buscar el dinero para mi pasaje.

             Crisis de “¿dónde están los que me enviaron?”

            Los misioneros que conocemos, fueron enviados por iglesias que se dividieron o sufrieron peleas entre sus líderes o migraciones a otras iglesias, durante el tiempo en que ellos permanecían en el campo.

 Esto produce dos crisis, como consecuencia de sendas preguntas:

  1. ¿Por qué, mientras estoy en este país tratando que esta gente conozca el amor y la libertad en Cristo, los que me enviaron no saben qué hacer con ese amor y libertad?
  2. ¿Qué va a pasar con todos mis amigos que me prometieron apoyo y ahora se fueron a otra iglesia?

 Por tanto, aquí es fundamental el apoyo de los demás compañeros de equipo que (obvia y lamentablemente) ya pasaron por esto.

             Crisis por falta de sostén

            No es posible leer los consejos electrónicos que nos envían porque no tenemos dinero para pagar la luz, ni el teléfono.

             Sólo hay dos maneras de solucionar esta crisis.

            Que tus compañeros de equipo te ayuden (algo que es sumamente normal y pasa muy a menudo) o que la iglesia se preocupe por el sostén.

             Crisis de idioma

            Cuando uno está atravesando una continua crisis por el aprendizaje del idioma, nunca falta alguna visita de tu país de origen u otro que llega y que luego de hacer la pregunta: “¿cómo se dice SI, en este idioma?” y escuchar la respuesta, te dice: “ah, pero este idioma es muy fácil… ¿de qué te quejas?”.

 Nada como el consuelo de los compañeros de equipo que el otro día preguntaron por el baño y los mandaron a la cocina.

             Crisis de “no tengo con quien hablar, ni contar mis problemas”

            Nadie como un compañero de equipo para contarle en vivo y en directo tus penas, o en su ausencia, a veces es bueno que sepas que tu pastor lee tus mensajes pero que no te cuestionará por lo que sientes.

 Crisis de llamado

¿Qué hago aquí perdiendo el tiempo? Al primer misionero que te diga que nunca se preguntó eso, pídele dos autógrafos: una para ti y otro para mí.

 La confianza de la iglesia en el llamado es fundamental para la permanencia en el campo. En los momentos difíciles (de duda) siempre estaban los mensajes de mis líderes, recordándome que el llamado de Dios era para toda la iglesia (no sólo para mi) y que la misión en el campo continuaría hasta que el Señor lo decidiera.

 En contraposición a esto, lamentablemente hay iglesias que no confían en sus misioneros porque no ven “resultados”. No confían en el misionero, ni en su llamado; sólo confían en su visión de lo que deberían ser los resultados, es decir en las miles de almas perdidas que se convierten pasando de las tinieblas a la luz por medio del dinero de nuestras ofrendas. Entonces dan el “espiritual” consejo: “si no hay convertidos, entonces vuélvete”, o lo que es peor (y por tanto híper-generador de crisis) “te cortamos el sostén porque no vemos frutos”.

             Crisis en el equipo

            Es sin lugar a dudas una crisis muy potente en el momento que te hace decidir volver a tu país. Cuando surgen problemas de relación entre los misioneros mismos es clave saber que tu iglesia enviadora confía en ti. Esa confianza da mucha fortaleza en los momentos difíciles y te permite dar un paso más”.

 Mario Loss en su libro Choque Transcultural nos habla sobre las  necesidades de los misioneros. “Estas son necesidades de personas en cualquier parte del mundo y en cualquier labor:

1.           Sentirse amado

2.           Sentirse valioso

3.           Sentir que su vida tiene propósito

4.           Sentirse seguro / protegido

5.           Sentirse parte de una comunidad – equipo, familia, u otro

6.           Provisión de necesidades básicas: agua, comida, refugio y ropa.

7.           Salud para funcionar

Muchas veces el obrero sufre o suele tener una crisis en alguna de estas áreas. Por ejemplo, puede sentir que Dios y la iglesia se han olvidado de él. También puede pensar que su vida no sirve para nada, se siente desprotegido, en soledad y en gran peligro físico o espiritual. Otras veces sufre en su salud física y es puesto a prueba ante la falta de recursos”[2]Son momentos donde se necesita confiar en la verdad que Dios nos ama y entender sus promesas.

Dios está siempre con nosotros y en el control de toda circunstancia (2 Co 1:6; 4:7-9; 7:5-7; 12:7-9). Dios pagó un precio de valor incalculable al enviar a su Hijo Jesucristo para rescatarnos a cada uno de nosotros. “Solo un tonto pagaría un tesoro por basura, y Dios no es tonto”. “Dios no hace basura”. Dios nos abraza y esto provee la seguridad necesaria en tiempos de prueba. “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?…En todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:35-38).

Jesucristo tiene toda la autoridad sobre el cielo y la tierra. Nuestra vida tiene sentido y propósito. Nos asegura que estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Podemos sentirnos amados, valiosos y somos familia. Contamos con su protección (Mt 6:25-34) en la  tarea que tenemos por delante (Mt 28:18-20, Jn 20:21).

Preguntas para la reflexión

 ¿Cuáles son las áreas del cuidado pastoral del misionero?

 ¿Qué crisis suelen experimentar los mismos durante su preparación o sea antes de salir, luego en el campo de servicio y finalmente en su retorno temporario o definitivo?

 ¿Quiénes tendrían que realizar la tarea de cuidado pastoral del misionero? ¿Cuáles son los principales temas para abordar? ¿Qué ideas y actividades prácticas podríamos desarrollar?

 Carlos Scott, Misión Local y Global (GloCal), http://carlosaliciascott.blogspot.com.ar/ Teléfono: 54-11-4642-1036
E-mail: [email protected][email protected] Blog Español: http://misionglocal.blogspot.com/ English Blog: http://glocalmission.blogspot.com/ 

[1]Tostes, Marcia. Ponencia Asamblea COMIBAM Internacional, Lima, Perú, 2000         

[2]Loss, Mario, Libro Choque Transcultural  y Ponencia en Retiro Misioneros Red Misiones Mundiales – COMIBAM Argentina, 2003