Jesús llamó a los que quiso para que estuviesen con él, aprendan, acepten las condiciones, sean humildes, experimenten poder y fueran enviados a predicar atendiendo integralmente la necesidad de las personas (Mc 3:13-15, Mt 11:28-30).
Jesús nos llama y lo nuestro debe ser una respuesta. ¿Qué implica este llamamiento?
Es un proceso que dura toda la vida, comienza, continúa y no tiene fin. No dice: ¡ya llegue! Dura toda la vida y nadie puede decir ya me gradué. Es un modo de vida. Un modo de pensar distinto. Es la mente de Cristo en contraposición con la mente del mundo secular sin Dios. Es la calidad de la relación. Jesús y nosotros, conmigo mismo y la relación con otros seres humanos. Es la profundidad de la entrega y el compromiso bien pensado. Es profundo, no superficial. Afecta todo nuestro ser y distingue quien es discípulo de aquel que no lo es.
“Todos pueden entrar en la profundidad de este compromiso. No se necesita tener un título de grado, ser sabio, intelectual, culto, profesional, ministro o misionero. No hace diferencia entre pobres y ricos, joven o adulto, el que tiene mucha educación y el que no la tiene. Es una invitación abierta para todos y no excluye a nadie. Nunca se llega a ser demasiado viejo para comenzar el proceso. Dios sea alabado por todo esto.” [1]
Son pocos los que comienzan este proceso. Es una demanda grande. Es pensar diferente a la sociedad secular. Es el llamado a ver las cosas de una manera diferente; a la manera de Jesús. El Rey de Reyes y Señor de Señores se acerca y se abre hacia nosotros. Nos dice “yo te amo como un estudiante”, “ven y yo te voy a formar”, nos capacita y ser discípulo es el único requerimiento o respuesta. Cualquier persona en cualquier lugar puede entrar en la profundidad de este compromiso. Jesús nos invita a estar con él, andar con él y aprender de él. Es un requerimiento que debe durar toda la vida.
Jesus reunió a los doce y comenzó a enviarlos para predicar, sanar y liberar. “Les ordeno que no llevaran nada por el camino, ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinturón, sino sólo un bastón. Lleven sandalias -dijo-, pero no dos mudas de ropa” (Mc 6:7-9)
La misión de Jesús se realiza en la simplicidad, humildad e integridad. Jesús nos enseña a vivir con simpleza, sin enredarnos, libres de estar atados a pesadas cargas. “Nos salva de la tentación de seguridad,… con una estrategia elemental: escapando hacia adelante. Él es siempre el que nos precede. Quien nos espera más allá. Cuando lo hemos alcanzado, y nos parece agarrarlo, él se nos escapa de las manos, hace saltar las trampas de nuestras fórmulas y se va mas adelante. Lo encontramos siempre más allá. La verdad no se encuentra atrás. Está delante de nosotros”. [2] La misión se hace siendo abiertos y vulnerables. No con una actitud de autosuficiencia.
Dependiendo de Dios aprendemos a ser humildes y sencillos. Tenemos la posibilidad de crecer en confianza y generosidad. “Así que no pierdan la confianza, porque esta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido. Pues dentro de muy poco tiempo, “el que ha de venir vendrá, y no tardará. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si vuelve atrás, no será de mi agrado”. Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban de perderse, sino de los que tienen fe y preservan su vida” He 10:35-39.
Preguntas para la reflexión:
¿Que significa ser discípulo de Jesús? ¿Cuáles son los requisitos?
¿Qué significa e implica vivir con sencillez, humildad e integridad?
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[1]Kamalesun, Retiro organizado por MEI, Córdoba, Argentina. Década del 80.
[2] Pronzato, Alessandro. La provocación de Dios, P. 57, Ediciones Sígueme, 1983