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Un tiempo de Gratitud
Una iglesia que experimenta la obra del Espíritu Santo
«El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor» Hechos 11.21
En primer lugar, queremos dar gloria y gracias a Dios por la iglesia iberoamericana. Una iglesia que nos hace pensar y reflexionar. En los últimos años, la iglesia en Iberoamérica se ha despertado a la responsabilidad social; esta característica ha sido una de las grandes colaboraciones de la teología latinoamericana: el énfasis en la realidad del reino de Dios.
La iglesia ha sido establecida como producto de la visitación del Espíritu Santo y del trabajo misionero. El gran héroe de la misión en Iberoamérica es precisamente el Espíritu Santo. La nacionalización del liderazgo en la primera mitad del siglo XX y el surgimiento de las iglesias nacionales, en la década del treinta, fueron otros factores decisivos para el desarrollo de las estructuras eclesiásticas contextualizadas y eficaces. El Espíritu Santo está trabajando en la vida de la iglesia. Está trabajando en sus estructuras, a efectos de reformarla y de renovar la fidelidad a su misión. Repetimos, lo significativo no es la estructura de la iglesia sino su misión.
Hay distintas fuentes de información que confirman que el total de la comunidad evangélica en Iberoamérica en el año 1900 fue de 50.000 creyentes. En el congreso de Edimburgo de 1910 no había ningún latinoamericano y, durante el siglo pasado, el crecimiento está reflejado en los siguientes datos: 1916: 378.000; 1925: 756.000; 1936: 7.200.000; 1967: 14.746.200; 1973: 20.000.000; 1987: 37.432.000; 2000: 80.000.0001.
Una iglesia que comienza a separar, reconocer a los que son elegidos por el Espíritu Santo:
Damos gracias a Dios porque muchas de las iglesias iberoamericanas han escuchado la voz del Espíritu Santo, apartando a centenares de Bernabés y Saulos para el trabajo al que Dios los había llamado. Damos gracias a Dios por los centenares de hermanos obedientes a la voz del Espíritu Santo que han salido a predicar, como lo menciona Juan en el versículo siete de su tercera carta: «Ellos salieron por causa del nombre, sin nunca recibir nada…».
Damos gracias a Dios por los centenares de hermanos que los han ayudado a seguir su viaje, colaborando con ellos en la verdad. O bien como lo expresa Pablo en Tito 3. 13: «Ayuda en todo lo que puedas al abogado Zenas y a Apolos (misioneros integrales y de carrera), de modo que nos les falte nada para su viaje (a las naciones). Que aprendan los nuestros a empeñarse en buenas obras, a fin de que atiendan a lo que es realmente necesario y no lleven una vida inútil». Damos gracias a Dios por las miles de familias que ayudan a los obreros transculturales
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Un tiempo de peligros y de riesgos
«…Al ver lo que Pablo había hecho, la gente comenzó a gritar… ¡Los dioses han tomado forma humana y han venido a visitarnos! A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes…». Hechos 14.8-18
En Listra tiene lugar un milagro que deja atónita a la muchedumbre: a un paralítico imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado, Pablo le ordena en voz fuerte: ¡Ponte en pie y enderézate! El resultado de ese milagro fue que trataron a los siervos de Dios como dioses. Pablo y Bernabé expresan que ellos son solo hombres, que deben volverse a Dios y dejar esas cosas. Con esos argumentos, y con dificultad, logran disuadir a la multitud.
El peligro y riesgo que ellos corrieron es el mismo que tenemos nosotros en Iberoamérica y los campos transculturales. Sucede que la gente trata de transferir la admiración y adoración que solamente Dios merece a aquellas personas a quienes Dios toma por mensajeros. El problema puede ser mayor si nosotros estimulamos estos sentimientos. Esto algunas veces sucede en la vida de la iglesia y se construyen pequeños imperios. Se atraen seguidores de personas e instituciones, pero no de Jesucristo. La iglesia iberoamericana está enfrentado varios peligros como:
Poder y competencia
Muchas veces las iglesias viven la lucha miserable por el poder. El amor al poder en vez del poder del amor. Otras veces la funcionalidad se ha distanciado de los principios bíblicos. Se busca resultados donde cada uno vale por lo que produce haciendo la tarea en el menor tiempo posible. Este tipo de teología de la productividad está afectando y perjudicando la formación de pastores y también de misioneros transculturales. Se intenta capacitarlos en el menor tiempo posible. El éxito ministerial es mostrar los resultados y no una vida de humildad. El hecho de menguar para que Cristo crezca y seamos invisibles no entra en este esquema.
Esta escena se completa con la alta competitividad que exige la producción. En la teología de la productividad ya no tenemos iglesias hermanas sino competidores. La competencia distancia a las diferentes iglesias y crea celos en ella misma. La unidad del cuerpo de Cristo es afectada por esta estructura. Los pastores y los misioneros deben soportar este modelo de presión y tensión que muchas veces viven las iglesias. Se reemplaza a Dios por las reglas del mercado.
«En la iglesia de nuestro tiempo encontramos los siguientes énfasis: Crecimiento de la iglesia versus extensión del Reino deDios. Los métodos son más importantes que los contenidos. La estrategia de mercadeo versus el mover del Espíritu. Jesús: de Dios a ídolo. Los ministerios como espacio de poder y no como servicio. La herejía de la transformación social a través de la búsqueda del poder. Ética, moral y verdad, sacrificados en el altar del “éxito”»[1] En su práctica ministerial parece que algunos no necesitan tanto del Espíritu Santo dado que el mercadeo funciona. Se manifiesta un comportamiento de tratar a Dios como un ídolo. El ídolo es alguien manejado por la criatura: le decimos a Dios cuando hay que hacer las cosas que le pedimos, como hay que hacerlo y en cuanto tiempo. «Los resultados son los siguientes: Las iglesias como mega agencias de autoayuda. Una pretendida salvación sin conversión. Patrones de éxito ajenos al Evangelio. La salvación “por obras”. Cuanto más haces mas vales. La deseclesiación de la experiencia religiosa. Una iglesia sin iglesia.» [2]
No somos llamados a formar estereotipos empresariales basados en criterios de utilitarismo, de mercantilismo y de números. La gran multiplicación, las cifras y los porcentajes no son sinónimos de transformación. Rene Padilla oportunamente dijo: «No debemos sacrificar las demandas del evangelio en el altar de los números ».
Vivimos tiempos en los cuales parece que algunas iglesias tienen clientes y, como en los negocios, estos siempre tienen razón. Son los clientes los que están permanentemente gratificados, psicológicamente bien, y son el centro de todo. Norberto Saracconos comparte: «Queremos animar a romper con estos esquemas de la productividad y pensar en términos del reino. Debemos animarnos a predicar la Palabra de Dios y dejar que su mensaje nos incomode y examine nuestro seguimiento a Jesucristo». El concepto del éxito de Jesús fue: «Padre hice todo lo que me dijiste que hiciera». Los resultados son aleatorios. Jesús sanó a unos, y a otros no. La negación a nosotros mismos, conocer a Jesucristo y ser semejantes en su muerte es poder transformador (Filipenses 3.10).
Falta de enseñanza de la Palabra de Dios
También observamos que algunas veces hay falta de enseñanza de toda la Palabra de Dios. En algunos casos, la práctica del discipulado ha sido poca y los estudios bíblicos hacen referencia a textos aislados, fragmentarios. Muchas veces, también, se observa el sincretismo (la conciliación de doctrinas diferentes), la desnutrición espiritual, las herejías, la superstición, la división, etcétera.
Siguiendo los comentarios de Bertil Ekström, actual director ejecutivo de la comisión de misiones de la Alianza Evangélica Mundial (WEA), observamos que sí hemos crecido en números estadísticos. Pero «crecer en tamaño es una cosa, y crecer en madurez es otra». El mero crecimiento numérico se ha tornado un objetivo en sí, y para muchos, el objetivo justifica los medios. Cualquier método que favorezca el aumento de miembros en la iglesia es válido y la búsqueda por las estrategias que son más eficaces, en este sentido, ha llevado a metodologías que reducen el evangelio y ponen en riesgo los principios bíblicos.
Es clave la profundización del conocimiento bíblico a través de una enseñanza sistemática en las iglesias locales; en la maduración de modelos de “liderazgo espiritual” que promuevan el trabajo de equipo y la participación activa de los creyentes.
Caudillismo y forma de gobierno
El liderazgo iberoamericano algunas veces sigue tendencias globales de líderes carismáticos (con fuerte personalidad y con poder de convencimiento), principalmente centrado en fundar su propia iglesia. El caudillismo de nuestra historia sigue siendo una realidad. Diversas investigaciones demuestran que las iglesias con líderes autocráticos y carismáticos son las que más crecen en números. A la vez, existe una nueva generación de líderes que busca el trabajo en equipo y que está mucho más preocupada por la calidad y por una iglesia local participante.
La democratización política en los países se refleja en las iglesias – también en las escuelas y demás instituciones – y los individuos de nuestros días ya no aceptan, de la misma forma, el dogmatismo de un liderazgo autocrático. La iglesia necesita reflexionar sobre su forma de gobierno y sobre sus maneras de liderazgo. El ejercicio del “liderazgo espiritual” en la vida de las iglesias locales debe estar marcado por el modelo del siervo sufriente y mostrar el evidente contraste con el caudillismo y con otras desvirtuaciones causadas por el abuso del poder.
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Un tiempo de profundos desafíos
«Los que se habían dispersado a causa de la persecución que se desató por el caso de Esteban llegaron a Fenicia, Chipre y Antioquía, sin anunciar a nadie el mensaje excepto a los judíos. Sin embargo, había entre ellos algunas personas de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, comenzaron a hablarles también a los de habla griega, anunciándoles las buenas nuevas acerca del Señor Jesús.» Hechos 11:19-20
Es interesante observar cuando estudiamos el libro de los Hechos cómo la iglesia va cubriendo las etapas; a la iglesia de Jerusalén se le vio como a una iglesia atractiva; pero luego de la persecución, el centro de la acción se traslada a Antioquía de Siria. Jerusalén tuvo su momento y su apostolado, y ahora se acerca una nueva era en la cual es necesario responder a los no alcanzados o gentiles y es justamente la iglesia de Antioquía la que asume este compromiso. Lucas se ocupa de esta congregación no por ser la más rica o la más poderosa, sino porque supo enfrentarse a los retos del momento.
Sujetarnos al impulso del Espíritu
«En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé; Simeón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca; y Saulo. Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado». Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron». Hechos 13.1-3.
Nos preguntamos como iglesia: ¿Cuál será el trabajo para el cual nos llama el Señor en los próximos años, y qué nuevos desafíos pone en nuestras manos? ¿Cuál es la dirección y cómo debemos planificar? ¿A quiénes debemos elegir para la obra del ministerio? ¿Cómo serán los próximos pastores y misioneros transculturales? ¿Qué rol cumplen los laicos?
-Un modelo a seguir
Antioquía tenía que ver con ser una puerta abierta para la evangelización del mundo. Nosotros como iberoamericanos somos desafiados a seguir este modelo. Saber escuchar la voz del Espíritu Santo trabajando en equipo, en la relación personal con el Señor, unos con otros, en oración, adoración, escuchar su palabra y extendernos a todas partes.
La iglesia de Antioquia nos muestra un ministerio compartido y no individual. Tenía rostro ese liderazgo y había cinco líderes destacados que trabajaban como un equipo. Era un liderazgo internacional e intercultural. Venían de diferentes regiones: Bernabé de Chipre, Manaén venía de los círculos gubernamentales de Jerusalén, Saulo de Tarso, Lucio de Cirene de extracción árabe proveniente del Norte de África y Simeón apodado el Negro de la cuenca del Nilo en África oriental.
Formaban un liderazgo espiritual con diferentes trasfondos. Encarnaban un compañerismo que estaban tratando de inculcar a la congregación. Eran siervos líderes. Celebraban juntos el culto al Señor. Su diversidad enriquecía el liderazgo de todos y a la iglesia misma.
Es clave la oración, el ayuno y la relación unos con otros. La iglesia nació en una reunión de oración (Hechos 1:14 y 2:4). Sucedieron grandes cosas cuando estuvieron orando juntos en Jerusalén. El texto en Hechos 4:31 dice que “Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos, todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno”. Ante la adversidad hubo oración y visión de proclamar la palabra sin temor alguno (Hechos 4:29-30).
La iglesia que vive en misión es una iglesia que se reconoce como enviada al mundo. Es una iglesia que busca el propósito de Dios, participando activamente en el culto al Señor como paso en la iglesia de Antioquia. Llamados a vivir una fe trinitaria, una fe relacional; una vida de relación con Dios y con nuestro prójimo; una relación de comunión unos con otros donde se da prioridad al ser antes que el hacer. Si queremos que la gente venga al conocimiento de Jesucristo la iglesia en nuestros días debe avanzar en la unidad, el amor y el servicio.
En la iglesia de Antioquia había disposición para escuchar y apartad para la obra del ministerio lo que el Espíritu Santo indicaba. Como siervos, entendemos que cuando nos involucramos en la misión, estamos compartiendo la misión del Dios misionero y no estamos trabajando en ningún proyecto personal. Estamos al servicio de la Missio Dei. Y nuestra misión es compartirla suya. Escuchamos, descubrimos y obedecemos la voz del Señor enviando a sus siervos al trabajo al que los ha llamado. Es el modelo a seguir.
Oportunidades y obstáculos
Podemos tener serios problemas si queremos apartad a hermanos para la obra del ministerio sin ayunar, orar, relacionarnos y escuchar su palabra. De la misma manera tendremos dificultades cuando no obedecemos la voz del Señor en reconocer y respaldar a los que Dios esta eligiendo para el trabajo al que los ha llamado.
Pero, ¿Cómo escucharon la voz del Espíritu Santo? Se nos dice que había entre ellos profetas y maestros. Diferentes énfasis teológicos. Quizás un profeta o varios de ellos en combinación con los maestros trajo el sentir del Espíritude Dios y el Espíritu Santo puso convicción en el corazón de ellos o bien escucharon de manera audible su voz.
El Espíritu Santo les manifestó su propósito. Les enseño los primeros pasos pero no les revelo todo el plan. Debían avanzar por fe y depender del espíritu de Dios. La clave era reconocer el trabajo que el Señor dispone sin entenderlo todo.
“Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y allí navegaron a Chipre” (Hechos 13:4). La guía del Espíritu se manifestaría por el discernimiento, la sabiduría espiritual y las circunstancias o acontecimientos. Pablo en su oración por la iglesia de Colosas expresa “Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que vivamos de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder” Colosenses 1:9-11.
La vida espiritual es el reflejo de aquella vida que esta en sujeción a la palabra de Dios, adoración, oración, comunión con los hermanos y evidencia el fruto, guía o manifestación del Espíritu Santo. Esto permite encontrar las oportunidades o puertas que Dios abre o cierra ante nosotros. Algunos esperan que las oportunidades lleguen y las cosas ocurran, otros fuerzan las puertas o toman actitudes para que ocurran determinados acontecimientos. La vida guiada bajo la influencia del Espíritu Santo busca las puertas abiertas y oportunidades que Dios esta presentando ante nosotros (2 Corintios 2:12). Es el Espíritu Santo que abre puertas y buscar lo que el Espíritu Santo manifiesta es encontrarnos con el propósito de Dios (Apocalipsis 3:8). Entre los temas importantes de la vida es clave recordar la prioridad sobre lo que Dios espera de nosotros: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” Miqueas 6:8.
Cuando llegamos al capítulo dieciséis, versículos seis al diez del libro de los Hechos de los apóstoles, nos dice como el Espíritu Santo le prohibió al equipo apostólico predicar la palabra en la provincia de Asia. Luego, cuando llegaron cerca de Misia, intentaron pasar a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Fue recién cuando bajaron a Troas durante una noche que Pablo tuvo una visión donde se le indicaba que debían comenzar la misión en Europa. Después que Pablo tuvo la visión llegaron a la conclusión y convencimiento que Dios les había llamado a anunciar el evangelio a los macedonios. “El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor” Proverbios 16:9.
La oración, la palabra de Dios, la relación unos con otros y los acontecimientos que Dios permite son claves para discernir y tener sabiduría en el conocimiento de su voluntad. No alcanza solamente saber que la voluntad de Dios es que su pueblo sea luz a las naciones. Tenemos que tener comprensión espiritual y sabiduría en como debemos proyectar, canalizar y evidenciar este servicio al Señor.
En todo este trabajo espiritual la iglesia local es la base y es clave. La misión debe afirmarse desde la iglesia local. El trabajo misionero es el trabajo del Espíritu de Dios y la iglesia trabajando juntos. Entonces, ¿cómo llegar a tener cierta confiabilidad para poder avanzar? En primer lugar hay una revelación o evidencia interna (lo que Dios me esta indicando). Esto mismo le paso a Saulo (Hechos 9:15, 13:47, 22:21, 26:14-18, Gálatas 1:15-16). Seguidamente suelen surgir evidencias externas como ser hermanos maduros que nos ayudan a discernir espiritualmente (Proverbios 11:14, Hechos 13:1-3, Gálatas 2:7,9), y también los acontecimientos o circunstancias que nos orienta a los nuevos pasos y oportunidades que tenemos (Hechos 16:6-10, 2 Corintios 2:12, Hechos 14:27, Colosenses 4:2-4). En el libro de Apocalipsis se habla de la iglesia de Filadelfia a la cual Jesucristo le presenta una puerta abierta y oportunidad. Esto nos recuerda y afirma que Dios es quien coloca las oportunidades. Es una puerta abierta que nadie puede cerrar.
Hay algunas cosas más que debemos tener en cuenta para saber buscar y entender cuales son las oportunidades que Dios presenta. Toda oportunidad debe estar alineada con los valores y principios de la palabra de Dios. Estos son los valores cristianos. Si Dios abre las puertas no habrá conflictos de valores. Por otro lado, quizás, no tendremos una total garantía sobre el paso que debemos dar. La fe y la guía del Espíritu Santo no significan que siempre estamos un ciento por ciento seguros. Dios nos ha dado la mente de Cristo y confía en nosotros que podamos discernir correctamente. Nuestra oración es que el Señor nos ayude a tener comprensión espiritual, ver cuales son las puertas abiertas que nos presenta y luego tener fe para atravesar las mismas.
En la comprensión espiritual debemos discernir y tener sabiduría para distinguir cuando Dios no permite que avancemos o bien si el impedimento es un ataque de Satanás. Como ejemplo tenemos lo que le ocurrió al equipo apostólico según lo registra 1 Tesalonicenses 2:17-18. El consejo de la Palabra de Dios es “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” Santiago 1:5 y 3:17-18 (1 Corintios 2:14-16). Somos llamados a ser creyentes maduros teniendo capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo, ejercitando la facultad de percepción espiritual (Hebreos 4:12, 5:11-14).
La palabra discernir en el nuevo testamento tiene que ver con cortar. Es por lo general lo que hace o debería hacer un cirujano. Separar la parte enferma de la sana. Cortar en el lugar exacto. El discernimiento es un don y habilidad espiritual que podemos desarrollar. Decidir entre lo verdadero y falso. Es buen juicio teniendo una mirada clara y profunda. Vale aquí una aclaración y es que no tenemos que juzgarnos unos a otros (Romanos 14:10-14). Un objeto filoso si no lo usamos bien puede causar mucho daño. Hay una diferencia importante en tener un buen criterio y juzgar a otros. En nuestro corazón y mente ocurren las tentaciones, se forman las opiniones, motivaciones, salen las virtudes, pero también esta la raíz de nuestro pecado. Hebreos 4:12 nos señala que la palabra de Dios es mas cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. No somos nosotros los que discernimos. Es la Palabra de Dios. Nosotros necesitamos tener buen criterio estudiando, comprendiendo y aplicando la palabra en nuestras vidas. El tipo de criterio que adoptamos se forma por estudiar la palabra de Dios y la iluminación del Espíritu Santo para entenderla y practicarla. Necesitamos discernir con delicadeza, exactitud y bien fino los temas relevantes de la sociedad local-global y extendernos hacia la gente mas olvidada de la ciudad, la nación y el mundo.
Indudablemente necesitamos de la comunión íntima con el Señor y el consejo de los hermanos espirituales que nos conocen. En todo este proceso por lo general somos probados y se espera que aprobemos. El pastor Juan Masalyka de Argentina comparte que debemos: 1- Oírle a Dios (Génesis 22:1). Debemos atender lo que Dios nos quiere decir. No hay peor sordo que el que no quiere oír y Dios nos dice “Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestro corazón”. 2- Creerle a Dios. Las circunstancias que Dios permitió en la vida de Abraham fueron muy difíciles. Él fue puesto a prueba y creyó (Hebreos 11:17, Génesis 22:18). El que le cree a Dios no será avergonzado. 3-Trabajar según los planes de Dios. Esto implica oración y trabajo duro. Sin trabajo no hay logros.
Cuando estamos unidos a la misión de Dios debemos ser generosos en saber dejar ir y respaldar a quienes Dios ha llamado. Implica dar, abrir nuestras manos viviendo el amor que es responsabilidad, compromiso y servicio.
La iglesia de Antioquia mostró sensibilidad al escuchar y obedecer al Espíritu Santo. Se transformó en una puerta abierta de bendición a todas las naciones para que el evangelio este disponible a toda persona. Se espera que hagamos lo mismo. Dios nos desafía a dar pasos de fe. Salir del orden natural para vivir en lo sobrenatural. Dios quiere iglesias fuertes y pastores con visión.
Dimensiones del desafio
Los desafíos también incluyen las grandes ciudades multiculturales; la evangelización del occidente; el testificar la singularidad de Jesucristo en el mundo de la pluralidad religiosa y entre las etnias no alcanzadas donde estas se encuentren (ya sea en las grandes ciudades o en países de acceso restringido); la lingüística y traducción de la Biblia a toda lengua, la contextualización; el ser agentes de reconciliación en un mundo de violencia, opresión, pobreza, injusticia, de gente desplazada, de refugiados, de inmigrantes, en medio de la persecución religiosa y del profundo nivel de su sufrimiento.
Debemos asumir nuestro papel en cuestiones de medio ambiente y de toda la creación de Dios. Una participación responsable y efectiva en la sociedad local-global en aspectos sociales, políticos y económicos.
Necesitamos tener una real comprensión de la unidad del pueblo de Dios, una mayor participación en el movimiento misionero mundial, haciéndonos partícipes de la iglesia universal, compartiendo los desafíos globales en una acción integral del evangelio; una sincera búsqueda de modelos cooperativos; y entender a las misiones como un proceso que involucra a toda la iglesia. Nosotros como Iberoamericanos creemos en el poder sobrenatural de Dios que cambia vidas y naciones. Nos sujetamos al impulso de su Espíritu como lo hicieron los apóstoles confiando en que Dios endereza nuestros caminos.
También debemos repensar a la iglesia en función de la realidad contextual que se vive en cada región y en un mundo cada vez mas globalizado. «Repensar la iglesia debe ser una dinámica abierta. No lo podemos hacer con legalismos ni respuestas cerradas. No es tarea de unos “iluminados”, sino del cuerpo. Permítanme solo mencionar tres ejes que considero indispensables en esta tarea:
1- El amor. Entendiendo esto como poner al “otro” como centro de nuestra acción. Lo que hagamos debe ser pensado no en función de nuestro beneficio sino con la intención de servicio y la actitud de entrega. No nos servimos a nosotros mismos. Es tiempo de repensar una iglesia sierva.
2- Los valores del Reino. Debemos ejercitarnos en no confundir nuestros propios valores culturales o personales con los valores supremos delreino de Dios. ¿Cómo discernir entre ellos?
3- Ser testigos. La misión que tenemos es ser testigos. Esto no es hablar acerca de, sino vivir de acuerdo a. Debemos profundizar el discipulado de tal manera de encarnar aquello de lo cual queremos dar testimonio. El mayor escándalo de la iglesia es la contradicción entre lo que dice y lo que hace. Debemos llegar al punto en que la gente simplemente diga: “yo quiero vivir como ustedes.
Sabemos que solos no podemos. Por eso en la promesa del Espíritu Santo se nos asegura que nos daría poder para ser testigos. Poder para elservicio y poder para una vida ejemplar»[3]
La movilización misionera
En el primer congreso de COMIBAM (Cooperación MisioneraIberoamericana) en São Paulo, Brasil, en 1987, fue hecha una estimación del movimiento misionero iberoamericano. Había aproximadamente sesenta organizaciones que enviaban a unos 1.600 misioneros transculturales.
Diez años después, en preparaciónpara el segundo congreso de COMIBAM, en México 1997, se hizo una investigación más sistemática con la finalidad de evaluar el movimiento misionero de la última década. Se llegó a la conclusión de que había más o menos trescientas organizaciones de envío y un poco más de 4.000 misioneros transculturales.
Según las estadísticas del año 2006 Iberoamérica tiene mas de 9.500 misioneros enviados a otros campos y unas 400 organizaciones de envió. Damos gracias y gloria a Dios por este crecimiento, pero también somos conscientes de que la movilización misionera sigue siendo uno de nuestros principales desafíos.
Si bien somos un movimiento misionero capaz, todavía no somos un movimiento misionero que ha llegado a desarrollar todo su potencial para bendecir a todas las naciones. A pesar del número de evangélicos iberoamericanos (ochenta millones) todavía observamos que no se ve una correlación con un mayor envío de misioneros transculturales a los campos menos alcanzados (el aporte de misioneros transculturales solo representa el 0,011875 % sobre la cantidad de evangélicos). A su vez, hay preocupación por el envío de misioneros transculturales sin la debida capacitación, sin un fuerte apoyo financiero, el adecuado cuidado pastoral y la previsión en el retorno.
Uno de nuestros desafíos seguirá siendo la movilización de toda la iglesia y trabajar en procesos que permitan ver un mayor involucramiento de la iglesia local; la capacitación de sus obreros, envío y cuidado integral. ¿Por qué hay pastores en el día de hoy que no le apasionan las misiones transculturales?, ¿Porque algunos de estos pastores dicen o afirman “no es lo mío”? ¿Qué debe ser lo de ellos? ¿Cómo desarrollar una teología bíblica - misionológica sana?
Un evangelio de transformación y completo implica una iglesia que traspasa todo tipo de fronteras, ya sean culturales, sociales, religiosas, lingüísticas, geográficas, políticas, en palabra y obra, ser – hacer – decir, para que todos tengan la oportunidad de recibir el evangelio en su propio idioma, de una manera culturalmente sensible y poder responder al Señor. El propósito de la movilización en Iberoamérica es ayudar a la iglesia a ser lo que Dios quiere que sea, hacer lo que Dios quiere que haga e ir donde Dios quiere que vaya (David Ruiz).
Por lo tanto el esfuerzo en la movilización esta destinado a:
“Ver a la iglesia iberoamericana llevando todo el evangelio a todas las etnias”
Su objetivo principal consiste en ver el liderazgo de pastores comprometidos con la obra misionera, desarrollando juntos estrategias de apoyo a las iglesias en las diferentes etapas de madurez en la obra misionera. Pastores desafiando a pastores, iglesias modelando a iglesias, trabajando en cooperación con otras iglesias para hacer más alcanzables y de mayor impacto los proyectos misioneros entre los pueblos menos evangelizados y no alcanzados. La iglesia necesita una transformación en su llamado, transformación en su compromiso, la revisión de su propósito y volver a las cosas sencillas que dieron origen a la iglesia (David Ruiz)
¿Cuál es nuestro llamado y cuál es nuestra pasión?
El problema que tenemos muchas veces es que perdimos la pasión por participar, por cooperar, por el amor y la unidad. Lamentablemente, otras veces, participamos sin pasión, sin amor, sin cooperación, no vislumbramos con claridad la obra a la que Dios nos está llamando.
Debemos anhelar y desear que la iglesia de Jesucristo sea plantada en todas las etnias como comunidad y expresión del reino de Dios pero a su vez tener claro que la iglesia es el agente de la misión no su meta. La Iglesia es la que comparte el mensaje de salvación y es comunidad del Reino que representa el compromiso de Dios con el mundo. La iglesia no existe para si misma sino para servir a la humanidad y como comunidad participa en la misión local y global (glocal). Anuncia la inauguración delreino de Dios en la persona de Jesucristo. Laiglesia es misionera por su naturaleza, dimensión e intención
El consejo del apóstol es que debemos comportarnos de una manera digna del evangelio de Cristo (Filipenses 1.27, Tito 3.8). Esto implica:
- Estar firmes en el propósito por el cual fuimos llamados. (Filipenses1:27)
- Trabajar en unidad. (Filipenses 1.27)
- Hacerlo sin temor a la adversidad. (Filipenses 1.28)
¿Cómo está tu pasión, cómo está tu fe?
Sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11.6). Andamos por fe y no por vista (2 Corintios 5.7). Satanás nos quiere engañar, nos dice que habrá necesidades, dificultades, agujeros, pero el Señor dice: «haz lo que yo te indique y yo te voy a cuidar». No debemos servir a Dios pensando en nosotros mismos, debemos trabajar para Dios confiando en sus recursos (Filipenses 4.19). Él quiere hacer algo con lo poco que tenemos en nuestra mano, como se explica en Mateo 14.17-20. Las señales siguen a los que creen y no al revés (Marcos 16.20). Avancemos en fe y Dios se hará presente porque Él es fiel y suya es la misión.
La presente condición del mundo está marcada por el sufrimiento (Romanos 8.18-20). Nosotros ahora estamos siendo llamados a participar de sus padecimientos (Filipenses 1.29, Filipenses 3.10, Colosenses 1.24, 1Pedro 4.13, 16). Conocerlo es participar de esto. Nuestra vida siempre es un final abierto y lleno de sorpresas. Nunca terminamos de saber lo que viene después. ¿Es difícil estar en el centro de la voluntad de Dios? Esta debe ser nuestra pasión.
Soñamos con una Iglesia Iberoamericana que transforma la sociedad local hasta lo último de la tierra.
Carlos Scott, Misión Local y Global (GloCal) http://carlosaliciascott.blogspot.com.ar/ Dirección: Tinogasta 5684 (1408)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires – Argentina – Teléfono: 54-11-4642-1036
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1 Nuñez, E. & Taylor, W. Crisis and Hope in Latin America. Pasadena, CA:William Carey Library, 1996, p.161.
[1]Saracco, Norberto: Ponencia «Entendiendo laIglesia de nuestro tiempo», con motivo de una jornada para pastores y obreros organizada por FACIERA (FederaciónAlianza Cristiana Iglesias Evangélicas República Argentina), Buenos Aires 2007, Argentina.
[2]Saracco, Norberto: Idem 13
[3]Saracco, Norberto: Ponencia «La Argentina que Dios quiere, Repensando lamisión de la Iglesia en Argentina», con motivo del retiro de pastores: Argentina Oramos por vos, 14-17 Junio, Villa Giardino, Córdoba 2010, Argentina.