Evangélicos en busca de identidad

Evangélicos en busca de identidad

 Reflexiones tras Lausana III, en Ciudad del Cabo, por Christian G.

 

A pocos días de haber concluido el Tercer Congreso de Lausana de Evangelización Mundial (16 al 25 Octubre 2010), se van multiplicando las opiniones y los análisis de lo que este magno evento ha dado de si. En efecto, se han reunido unos 4200 líderes evangélicos procedentes de casi 200 países, para analizar juntos y reflexionar en la tarea evangelizadora de la iglesia frente al nuevo milenio.

No necesito convencer a nadie de que vivimos un momento crucial de la historia, uno de esos puntos de inflexión, escasos pero fundamentales en toda civilización. No solamente hemos cambiado de siglo, sino que también estamos experimentando el cambio cosmológico de mayor calado desde la transición de la Edad Media al Renacimiento. La globalización, la posmodernidad de algunos sectores, la caída del muro de Berlín y del modelo socialista de sociedad y economía, la pérdida de influencia de las naciones-estado y sus gobernantes frente a las decisiones de las compañías transnacionales, el modelo económico neoliberal, la omnipresencia de las tecnologías de la información, así como el aumento escandaloso de la brecha entre ricos y pobres, todo junto, marcan una nueva era, casi una nueva civilización. Éste es, definitivamente, un nuevo mundo.

Harold Segura acaba de escribir que “regresaba [de Ciudad del Cabo] habiendo recibido más de lo que esperaba, aunque menos de lo que me hubiera querido.” (sic) (2010, pág. 3). ¿Pequé yo de ingenuo al esperar que el congreso se ocupase de los grandes temas de fondo? ¿Que diese un paso valiente adelante entendiendo al mundo actual, repensando el evangelio y redefiniendo la iglesia para el siglo veintiuno? Probablemente sí. En el viaje de regreso a casa comencé a hacer balance de todo lo que me pareció positivo –que fue mucho– y de lo que se quedó corto. Ambas listas se igualaron, y me pregunté: ¿Cual ha sido la contribución de Lausana III?

La gran contribución del primer congreso de Lausana (1974) fue doble: de una parte, recuperar el sentido de responsabilidad social que los evangélicos habíamos perdido en la primera mitad del siglo veinte, y de otra parte, dar importancia –aunque fuera de forma tímida– al contexto del mundo en el cual nos toca vivir. La contribución de Lausana II (Manila 1989) fue escasa o nula. Muchos han considerado ese congreso como un retroceso (Steuernagel, 1988). Si acaso, podríamos acreditarle haber puesto énfasis en el apoyo que la tecnología puede prestar a la evangelización. La celebración del centenario, en Edinburgo 2010, no pretendía hacer grandes contribuciones sino seguir construyendo y se ratificó en los conceptos de misión y evangelización vertidos en el documento Mission and Evangelism – An Ecumenical Affirmation de 1982 (WCC, 2010). ¿Cual ha sido la contribución de Lausana III? El propio congreso no ha representado un avance decisivo ni un paso adelante significativo, por lo menos visto desde la corta perspectiva que nos conceden los ocho días desde su culminación. Quizá la participación en la conversación global nos depare algunas sorpresas. Lo que este congreso sí ha puesto de manifiesto es la búsqueda evangélica de identidad en estos comienzos del siglo veintiuno. Dos de esas identidades estaban en clara tensión en el congreso, y otras dos simplemente estaban presentes. Las describiré aquí como: global, evangelista, misional y cómoda.

Las identidades, tal y como las describo a continuación, no son categorías estancas, ni una descripción de personas, sino un intento de comprender las corrientes dentro del amplio movimiento evangélico.

Identidad global

La identidad global representa la cara diversa y plural de los evangélicos. Es la que se ha manifestado en la presencia de delegadas y delegados procedentes de 198 naciones en el congreso, cada uno con su rica herencia y contribución peculiar. Representa la vitalidad de la fuerza religiosa que crece anualmente tres veces más rápido que la población mundial y que acumula el doble de conversiones que el islam (Johnstone, 2000). Es una identidad que goza de la unidad esencial del pueblo de Dios, que disfruta de los momentos de comunión interculturales, y que sinceramente aprecia la rica diversidad evangélica manifestada en mil diferentes intereses, expresiones, liturgias, eclesiologías, etcétera. Podemos con justicia calificarla de tolerante y flexible. En ese sentido es una identidad ecuménica, que otorga un lugar relativo a las peculiaridades denominacionales y que ciertamente no quiere que éstas se conviertan en barreras. La identidad global disfruta de la fiesta de estar juntos porque es esencialmente festiva y gozosa. Asimismo disfruta de las expresiones artísticas de la fe, y entiende la cultura como un concepto dinámico y relacional. Finalmente, la identidad global anhela tener una visión lo más global posible al tiempo que insiste en actuar localmente. Es ’glocal’ tal como varios artículos lo han expresado en la conversación global.

Identidad evangelista

Uno de los rostros visibles de la que he llamado identidad evangelista es el de John Piper, que tuvo la valentía de admitir en su plenaria que los evangélicos viven una tensión entre dos sectores (o identidades) y de posicionarse públicamente: aquellos que trabajan para paliar todo el sufrimiento en el mundo de hoy y aquellos que se abocan a prevenir el sufrimiento eterno en el infierno. Es la identidad de aquell@s que priorizan la proclamación verbal del evangelio frente a l@s que abogan por la misión como expresión de un evangelio integral que responde a todas las consecuencias del pecado, presentes y futuras. Esa misma tensión se manifestó en el Pacto de Lausana que describió “la naturaleza holística del evangelio bíblico y de la misión cristiana” (Lausanne Movement, 2010, pág. 3), pero que consagró la primacía de la evangelización (LCWE, 1974, para. 6). Esta identidad se deriva de la figura emblemática de Billy Graham, cuya carta al congreso, leída en la sesión inaugural y publicada en el boletín final en las 8 lenguas del congreso, recalca la “prioridad y urgencia del evangelismo” (sic). Un sano afán por ’alcanzar a los perdidos’ (o los p*rd*d*s, como también se les ha designado en el congreso), los ’no-alcanzados’, caracteriza a esta identidad evangélica, aunque su fraseología resulte algunas veces ofensiva para los ajenos. Otro de los distintivos de esta identidad es su inclinación a priorizar el uso de la tecnología y la estrategia; es la idea de que “con más tecnología lo haremos mejor” o que el ’marketing cristiano’ ayuda a la evangelización. Ese afán tecnológico se manifiesta igualmente en el concepto de ’Pueblos no-alcanzados’: mejores bases de datos, manejadas por expertos, nos llevarán a acabar la tarea mejor y más pronto. La hermenéutica asociada a esta identidad entiende que la Biblia habló a los primeros lectores y que hoy debemos aplicarla a nuestra realidad. Un punto fuerte de esta identidad es su estudio concienzudo del texto bíblico, utilizando mayormente el método inductivo y una hermenéutica histórico-crítico-gramatical. Fue el enfoque de A. Fernando, J. Piper y V. Roberts en sus plenarias de la carta a los Efesios. Para esta identidad, –quizá como consecuencia de su enfoque hermenéutico– hay un solo evangelio y una sola doctrina o teología “encomendada[s] una vez por todas a los santos” (Jud. 3 nvi). Consecuentemente, concibe la contextualización del evangelio como algo externo, es decir de las formas. En otras palabras, el evangelio debe adaptarse culturalmente a cada pueblo y cultura. Finalmente, esta identidad se debate entre dos conceptos de misión. Una parte iguala la misión de la iglesia a la evangelización de individuos, mientras que otros, más inclusivos, entienden la misión como la evangelización más el establecimiento de iglesias locales en cada etnia, pueblo y grupo humano.

Identidad misional

He apodado a esta tercera identidad como misional por su énfasis en la misión como elemento central en la tarea de la iglesia. Algunos la identificarían con la llamada misión integral, o con una visión holística (utilizando este anglicismo común) del evangelio, que insiste no solamente en decir, o sea proclamar verbalmente el evangelio, sino también en ser y hacer, utilizando la expresión popularizada por la Declaración Miqueas de Misión Integral (Red Miqueas, 2001). Esta identidad evangélica se caracteriza por buscar la transformación presente y futura de personas, sociedades, estructuras y de toda la creación. Consecuentemente es un sector muy activo en toda clase de iniciativas humanitarias, sociales, educativas, políticas, ecológicas, etc. La teología del reino de Dios tiene mucho peso específico en esta identidad evangélica, así como la insistencia en un discipulado radical de cada creyente. Asimismo, suele ser crítica con un evangelio de tipo ’pasaporte para el cielo’ con pocas implicaciones para la vida diaria. Muchas de las iglesias llamadas ’emergentes’ han optado por una visión misional de la eclesiología: la iglesia existe para el mundo, para la misión, no para satisfacerse a sí misma. Es decir que su concepto de misión incluye la conversión de individuos y el establecimiento de iglesias pero va bastante más allá. La hermenéutica preferida de esta identidad es aquella que lee la Biblia juntamente con el contexto actual, de tal modo que la Biblia no solamente habló a los primeros lectores sino que “continú[a] hablando la verdad de Dios de formas frescas a las personas de cada cultura”(Lausanne Movement, 2010, pág. 12). Este acercamiento hermenéutico propicia un análisis de los grandes temas candentes y problemas de nuestro tiempo: sida/HIV, pobreza, desigualdad, variados modelos familiares, etc. La identidad misional entiende que el evangelio debe contextualizarse tanto cultural como teológicamente. Es la translatability de la que Lamin Sanneh (presente en el congreso) ha escrito brillantemente (Sanneh, 2008). La contextualización teológica ha abierto la puerta recientemente a las teologías autóctonas (africanas, latinoamericanas, asiáticas-hinduistas, o asiáticas-musulmanas, etc.) que fueron las grandes ausentes del congreso. Algunas de las caras visibles de esta identidad fueron R. Padilla y C. Odede en sus plenarias de Efesios y C. Wright en su plenaria sobre integridad y en la redacción del Compromiso de Ciudad del Cabo.

Identidad cómoda

Finalmente la cuarta identidad manifestada en el congreso es la que he llamado cómoda. Es la identidad de l@s fieles que gustan de asistir a todos los cultos y congresos, que disfrutan del momento, sin cuestionarse demasiado ninguna cosa. De alguna manera, esta identidad ha experimentado las bendiciones del Señor, ha gustado el evangelio, pero es un evangelio ’light’, fácil, cómodo, que no trastorna todas las cosas. La identidad cómoda es una ávida consumidora de información religiosa evangélica. Se goza y aplaude al oír testimonios de conversiones, maravillas y avances de la evangelización. Sinceramente anhela recibir más y mayores bendiciones. Lee la Biblia buscando promesas; las subraya; Es una identidad que también se ha dejado ver en todo el congreso (quizá más en la primera parte) y que ha proporcionado una no despreciable cuota de eslóganes evangélicos y respuestas simplistas. La identidad cómoda no quiere sufrir, y se indigna al oír del sufrimiento y martirio de los cristianos en otros lugares. Su rechazo al sufrimiento le lleva a procurar paliar el dolor ajeno con programas de asistencialismo social. Todos los continentes tienen su cuota de identidad cómoda. Antoine Rutayisire reflexionó magistralmente sobre el papel desempeñado por esta identidad en el genocidio entre Hutus y Tutsis, en Ruanda, en 1994. A l@s congresistas europeos, entre los que me incluyo, la identidad cómoda nos toca de cerca, imbuidos como estamos por la cultura del bienestar. Nuestros colegas de América Latina, igualmente, viven de cerca la contradicción de tener iglesias llenas que no transforman a sus sociedades. El norteamericano Richard Stearns, de Visión Mundial, hizo autocrítica afirmando que “nuestro evangelio tiene un agujero”. Apuntaba a la necesidad de revisar teológica y misiológicamente los conceptos de ’evangelio’ e ’iglesia’.

Reflexiones

Probablemente cada un@ de nosotr@s tenemos una combinación de las identidades descritas, en diferentes proporciones. El congreso ya pasó. Seguramente quedará en los anales de la historia como un evento importante. Dada la complejidad del mundo globalizado de hoy, mis aspiraciones de que el congreso contestase las grandes preguntas del siglo veintiuno eran, obviamente, imposibles. Ningún congreso internacional podría contestar tales preguntas, pero sí que podemos, a nivel local, avanzar algunas respuestas, aunque sean tentativas. Esas respuestas, locales y regionales van a constituir el auténtico legado de Lausana III.

Desde la pequeñez de mi contexto, yo quiero potenciar una identidad misional y ayudar a promoverla. Como señalé en otro lugar,

Sugiero algunas características del paradigma misionero [identidad] en gestación que sería de aplicación en las sociedades posmodernas europeas: un nuevo paradigma de todos, democrático, plural, no proselitista, ecuménico, de riqueza cultural y de diversidad, que manifieste las señales del reino de Dios.

  • La misión de todos. Aquel ideal de la Reforma: la abolición de las diferencias entre clero y laicos. Cada creyente, un misionero. En todas las esferas de la sociedad, cada un@ en el lugar en que Dios le ha colocado, siendo luz, ejerciendo la misión de Dios.
  • Carismático y democrático. Utilizo las palabras en sentido técnico. La efusión del Espíritu en Pentecostés vino a democratizar la misión: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, siervos y encumbrados (Hch 2.17:18). Los dones de todos y todas son puestos en movimiento por el Espíritu. Predomina la descentralización en el nivel organizacional y jerárquico terrenal, pero bajo la centralidad que emana del Espíritu.
  • Plural. En este punto es coincidente con el paradigma apostólico. El imperio romano del s.I era plural tanto religiosa como culturalmente hablando. El paradigma emergente tiene que dejar atrás toda pretensión de pensamiento único, de hegemonía cristiana en la esfera pública, de imposición de la moralidad o la ética cristianas en la sociedad, y saber jugar su rol como una más de las opciones posibles. La superioridad de Cristo y del evangelio fue un tema característico de la modernidad. En la posmodernidad este tema no se argumenta sino que se demuestra en la práctica con miras a que la gente se percate de él por sí misma.
  • No proselitista. Esto nos cuesta. Pero el paradigma emergente debe aprender a evangelizar dejando de lado todo vestigio de proselitismo. Haciendo un símil, al europeo posmoderno le encanta comprar, pero detesta que le vendan nada. El resultado puede parecer el mismo, pero el camino es muy diferente1.
  • Ecuménico. Las etiquetas denominacionales son cada vez más rechazadas por los posmodernos. El paradigma emergente debe sentirse universal, vinculado con todos los seguidores de Jesús en todos los lugares y edades, al tiempo que tiene raíces en un lugar concreto. Es un paradigma que “piensa globalmente y actúa localmente” y que no teme aliarse con otras formas de percibir el cristianismo en momentos concretos, para alcanzar objetivos concretos. David Bosch (1991) describió en estos términos el paradigma que él intuía en el horizonte cercano.
  • Creador de riqueza cultural. Dios fue el primer creador de cultura en el Edén y ha encomendado a los seres humanos tanto la creación como el desarrollo de lenguajes, artes, instituciones, códigos de conductas, etc. que forman la cultura de los pueblos. La misión no puede ser ajena al mundo de la cultura, ni militar en su contra, sino ser creadora y potenciadora de formas culturales que apunten a la Vida. Frecuentemente promoverá una contra-cultura, insertada en la sociedad pero interpelándola proféticamente en algunos aspectos y valores.
  • Que celebra la diversidad. Porque Dios es el origen de la diversidad. Porque aspiramos a una comunidad compuesta por “gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Ap. 5:9). Nos complementamos en una diversidad de maneras de entender la teología, la misión y la iglesia, y de expresar la vida verdadera.
  • Señales del Reino. Sin frutos el árbol es desechado y cortado. Sin señales visibles del reino de Dios la misión es solamente uno más de los muchos ’ismos’. Las señales se enmarcan por lo menos en tres órdenes. De una parte las manifestaciones de poder y liberación. “los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan,” (Lc.11:5). De otra “a los pobres se les anuncian las buenas nuevas”; la sensibilidad hacia los que sufren, hacia los más desfavorecidos es característica indispensable de los seguidores del Rey. Asimismo el amor y la esperanza empujan hacia el futuro y también transforman el presente, en tensión constante y contagiosa. No solamente proclama “otro mundo es posible” sino que se mueve hacia el modelo celestial: “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia” (2Ped. 3:13 nvi). (Giordano, 2010b, págs. 7-8).

Probablemente una de las mayores contribuciones que un congreso mundial debe aportar es ayudarnos a tener una visión muy global, muy cósmica, tal y como Pablo se encargó de transmitir a los creyentes de Asia Menor con su carta a los Efesios. Esta visión global del evangelio, de la misión de Dios y del mundo debería ayudarme a reconocer mi pequeña parte en la gran tarea cósmica. Me ayudaría asimismo a ejercitar mis dones sin necesidad de argumentar que los míos (por ej. el don de evangelista) son prioritarios.

Charlando con algunos de los integrantes de la delegación española, el querido Samuel Escobar hacía notar que, en última instancia, las iglesias caen bajo dos perfiles: o se sirven a sí mismas o sirven al mundo, o son egoístas o son misioneras.

“La iglesia es iglesia solamente cuando existe para otros.” (D. Bonhoeffer, citado por Bosch, 1991, pág. 375)“La iglesia es misionera por naturaleza hasta el extremo que, si deja de serlo, no ha fallado simplemente a una de sus tareas, sino que he dejado de ser iglesia.” (Kirk, 2000, pág. 30).“La misión es la realidad fundamental de nuestra vida cristiana. Somos cristianos porque hemos sido llamados por Dios para trabajar con Él en el cumplimiento de sus propósitos para toda la humanidad. Nuestra vida en este mundo es vida en misión. La vida sólo tiene sentido en la medida en la que tiene dimensión misionera.” (Emilio Escobar, citado por Kirk, 2000, pág. 31).

¡Que Dios nos ayude a ser iglesia-en-misión!

Bibliografía

Bosch, D. J. (1991). Transforming Mission: Paradigm shifts in theology of mission. Maryknoll, NY, USA: Orbis Books.

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Kirk, J. A. (2000). What is Mission? Minneapolis, MI: Augsburg Fortress Publishers.

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Sanneh, L. (2008). Translating the Message: The Missionary Impact on Culture (2º ed.). Maryknoll, NY, USA: Orbis Books.

Segura Carmona, H. (2010, Noviembre 27). Y después de Ciudad del Cabo, ¿Qué? Documento de trabajo. Lupa Protestante, 13.

Steuernagel, V. R. (1988). The theology of mission in its relation to social responsibility within the Lausanne Movement (Th.D.). Lutheran School of Theology, Chicago, IL.

WCC, N. (2010 18). WCC mission body to revamp ecumenical understanding of mission for the 21st century. In focus, World Council of Churches. Recuperado Octubre 31, 2010, a partir de http://www.oikoumene.org/en/news/news-management/eng/a/article/1634/wcc-mission-body-to-revam.html?tx_ttnews%5Bswords%5D=evangelism&cHash=f272ddb250994a11a39d22031126df6b

 

1He desarrollado este tema en: “Proselitismo y evangelización.” Misiopedia.com | Debate. http://misiopedia.com/images/stories/pdfs/Proselitismo-1.pdf. (2010a)