La transformación de miembros a ministros es un proceso

Silvestre es el adjetivo que describe a algo como criado naturalmente y sin cultivo. Esa es precisamente la idea que me viene a la mente cuando pienso en los millones de cristianos que conforman hoy la iglesia de Jesucristo. Calculo que el 70% de los 1700 millones de cristianos en el mundo son “silvestres”, es decir, su desarrollo cristiano se ha dejado a la ventura, a la espontaneidad, al capricho de la experiencia, la improvisación, la casualidad. En la mayoría de las iglesias solo se hace incapie en lo que podrían considerarse las dos primeras etapas del desarrollo cristiano: La evangelización que termina con la decisión y el discipulado inicial que termina con el bautismo. De allí en adelante se deja la formación cristiana a la ventura de la experiencia. Es así que encontramos, entonces, a una gran masa de cristianos “silvestres”, consumidores, fanáticos, indiferentes o ligeros que solo hacen abultar las multitudes de las megaiglesias, pero que en la practica no representan un verdadero crecimiento, pues, estancan la dinámica ministerial de la iglesia al absorverla hacia ella. Esto no fue lo que Jesús visionó para su iglesia.

El Señor Jesucristo visionó a su iglesia como una que estaría en continuo crecimiento integral: “Yo… edificaré mi iglesia”. Una expresión que significa literalmente “estaré edificando mi iglesia” hasta llevarla a un estado final. No hay indicios de que él se haya detenido en esa edificación, por lo que esta debe reflejar ese esfuerzo suyo en su diario vivir. La iglesia debe continuar creciendo integralmente no solo en número. Cuando se habla de edificar, no solo se habla de cantidad de ladrillos o bloques o cabillas. No es cantidad de materiales sino la correcta disposición de ellos lo que determina que ha ocurrido el efecto de la edificación. Alguien puede pensar que por tener gran cantidad de materiales ha hecho una gran edificación. Pero eso sería un absurdo. Lo mismo pasa con la iglesia del Señor.

Cuando una iglesia cree que por tener un determinado número de miembros ya ha ayudado al Señor con la “edificación” de la iglesia, comete un gran error. Pablo en Efesios 4:11-16 nos enseña que la verdadera edificación viene de Cristo cuando los miembros han sido empoderados y dispuestos de tal manera que operen de acuerdo al diseño divino. Es en eso donde hay que trabajar. Hay que desempolvar los tramos restantes del camino del desarrollo cristiano a fin de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” Ef. 4:12, en otras palabras “presentarlos perfectos en Cristo Jesús” Col. 1:28,29. Para ello deberán desarrollarse programas “guiatorios” que guíen al cristiano bautizado por los tramos siguientes al discipulado inicial, a saber, el de maduración, luego el de desarrollo ministerial, siguiendole el de especialización y llegando a un tramo cíclico, el del perfeccionamiento continuo.

Así que mi propuesta es: retomemos el camino del proceso para desarrollar los ministros que hay en cada miembro de la iglesia actual,mediante un esfuerzo intencional. ¡Abajo, la “silvestría” cristiana!

Mstr. Giovani Pelayo. Director del Instituto de Desarrollo Ministerial “Las Buenas Nuevas”. Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela